8 Agosto. Cañón del Sumidero y San Cristobal.

Seis de la mañana y no, no suena el despertador sino las maravillosas campanas de una de las cercanas iglesias al hostal, acompañada de unos petardos de celebración de no sabemos muy bien que fiesta.

Como ya estamos desvelados, nos ponemos en marcha. Tomamos un café en el kiosko de la placita del centro y nos montamos en una combi que nos lleva al embarcadero de Chiapa del Corzo para visitar el Cañón de Sumidero.

Tras una pequeña espera, nos enfundamos nuestros chalecos naranjas y embarcamos en nuestra aventura. Recorremos 40 km del río Grijalva, entre Chiapa del Corzo y la presa de la hidroeléctrica de Chicoasén durante algo más de dos horas (vuelta incluida). 

El recorrido resulta muy entretenido e interesante (aunque Paco esperase algo más impresionante). Además de las espectaculares paredes que encierran al río podemos observar diversas variedades de aves y conocemos un animal que todavía no habíamos visto nunca en su hábitat: el cocodrilo. La primera vez, no tenemos muy claro de si es una maqueta puesta allí para los turistas, pero a la vuelta cuando vemos otro y mueve la cabeza, nos despeja todas las dudas…

Después visitamos durante unos treinta minutos el pueblo de Chiapa de Corzo, comemos los bocadillos que nos habíamos preparado por la mañana, y rápidamente a la van, que además de sentado se está fresco. El calor de hoy era tremendo.

Volvemos a San Cristóbal, nos tomamos un cafecito ecológico en un local zapatista para reponer fuerzas y continuamos con la visita a la ciudad. Subimos al Cerro de Guadalupe; visitamos el museo de Na Bolom, que trata de la comunidad indígena lacandona; la Iglesia de Santo Domingo; y el mercadillo con artesanías locales que estaba a su alrededor.

La verdad es que el día nos ha cundido. Así que nos animamos en la cena a probar una michelada. El primer trago resulta agradable, pero conforme se bebe empalaga bastante… No conseguimos terminarla…