A las 6 de la mañana nos vienen a buscar para iniciar el
viaje hacia Bonampak y Yaxchilán. La
noche en la selva ha sido tranquila, aunque a mitad de la noche ha caído un
buen chaparrón. Salimos puntuales y cerramos la puerta de la cabaña. Eso sí,
dejamos las llaves dentro. Ya lo solucionaremos a la vuelta.
Por el camino hacemos una paradita para desayunar y así
estirar un poco las piernas.
Por fin llegamos a Bonampak, y estamos casi solos. Es una
antigua ciudad maya en medio de la selva. No llama la atención por su tamaño,
pero tiene unos frescos bastante bien conservados. Nos da tiempo de admirar las
vistas desde lo alto del templo.
Un ratito más de carretera y llegamos a Frontera Corozal
para coger la barca que nos llevará por el río Usamacinta (a un lado México y
al otro Guatemala) hasta Yaxchilán, ciudad maya muy importante y con gran poder
en el Periodo Clásico. El viaje en barca, pese a no ver ningún cocodrilo (como
en el río Grijalva), es entretenido y nos permite coger un poco de aire y
olvidarnos del bochornoso calor que
hace.
Yaxchilán es mucho más grande que Bonampak y está diseminada
por en medio de la selva, de tal forma que recorrerla es mucho más divertido y
duro que la ciudad anterior.
Comenzamos visitando la Acrópolis, a la que se
accede por un pequeño camino cuesta arriba entre la selva. Después bajamos para
llegar a la gran plaza y contemplar los
diferentes edificios y estelas, el juego de pelota y finalmente terminar el
recorrido por el laberinto, por el que a través de sus pasadizos salimos del
complejo.
Volvemos a tomar la barca y comemos en un complejo hostelero de Frontera
Corozal, dejamos y recogemos a unos compañeros de viaje en un campamento
lacandón cercano y volvemos al Panchán, tras unas 3 horas de viaje. Por suerte,
podemos recuperar la llave de nuestra cabaña y ducharnos después de un día muy
largo.
Otra vez cenamos en Don Muchos, el casi único restaurante
del Panchán y pronto a dormir para mañana poder visitar las ruinas de Palenque.
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