Nuestra última mañana en México DF comienza como la anterior.
Con el colchón en el que dormíamos deshinchado. Imagino que es una forma de
quitarse rápido a las visitas. Esto último es broma. Lo del colchón no.
Preparamos las mochilas, desayunamos con los
Gil-Santarromana, les agradecemos mucho, muchísimo su hospitalidad y con la
ayuda de Marcos, tomamos un taxi con destino al aeropuerto.
Salimos con un poco de retraso de D.F., lo que unido a que
las maletas tardaron un poquito en salir por la cinta de Tuxtla Gutiérrez,
perdemos el autobús entre el aeropuerto de Tuxla y San Cristóbal de las Casas.
Mal por un lado, pero bien por otro, ya que compartimos taxi
con una chiquita mexicana bastante charradora y nos permite ponernos al día de
las cosas que hacer y ver en nuestro nuevo destino.
Llegamos al centro de San Cristóbal. Después de dos intentos
fallidos encontramos alojamiento. Una vez instalados, toca visitar la ciudad.
Vamos a la oficina de turismo, contratamos la excursión de
mañana al cañón del Sumidero y callejeamos un poco por el centro de la ciudad.
Cervecita, cena vegetariana y aunque por el ritmo de la
ciudad, las horas aquí pueden estirarse mucho, mucho, nosotros no damos para más.
Hora de descansar.
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