Última mañana (o mejor media mañana) en Iquitos y principio
de la última etapa de nuestra aventura peruana.
No queremos irnos de Iquitos sin visitar el barrio de Belén,
primero por lo pintoresco que resulta con su mercado y sus casas flotantes, y
segundo porque después de estar recortando cartulinas durante varios días para
el proyecto de Minidomund de los chicos de clase Elba, es algo que debemos
hacer.
Debido a estar en la época seca, lo de navegar para ver las
casas flotantes, no resulta demasiado interesante, por lo que decidimos pasear
por su mercado y ver la parte baja del barrio desde alguna de las escaleras por
las que se puede acceder a él.
El mercado resulta de lo más pintoresco: puestos de frutas,
condimentos, pollos, carnes de mono, tortuga…, pescados, ropa, herramientas, y
llegados al pasaje Paquito: bebidas a base de uñas de gato, 7 hierbas, y
cualquier otro brebaje que podáis imaginar. Creo que una visita por él resulta
imprescindible si se hace una parada en Iquitos. Esta vez, nos fuimos sin
probar ni comprar nada.
Tras la visita, terminamos nuestras mochilas, dejamos
aquellas cosas que no nos iban a ser necesarias a partir de ahí en un albergue
de familias pobres y pusimos rumbo al aeropuerto en nuestro último viaje en
tuc-tuc.
Tras un vuelo sin incidencias y con parada técnica en
Pucallpa, llegamos a Lima. La capital nos recibe por tercera vez, y lo hace
como las dos anteriores con bruma y nubes, algo que debe ser más típico aquí
que el cierzo en Zaragoza.
Decidimos alojarnos en Miraflores, que parece una zona más
tranquila que el centro, y lo hacemos en un modesto hostel muy cercano a los
acantilados.
Aprovechamos la tarde para visitar las ruinas de Huaca
Pucllana. Corresponden a un antiguo templo de la civilización Lima dedicado a
la adoración de la mar, y ocupado posteriormente por los waris.
Después un breve paseo por el barrio y a cenar los mejores
anticuchos de Lima. Fuimos al local de los anticuchos de la tía Grima, quién
por motivos vecinales pasó de tener un puesto callejero, a un pequeño y moderno
local frente al restaurante La Mar del chef Gastón Acurio (el mismo que el
Chicha de Cuzco). Qué cosas.
Seguro que os lo preguntáis. Primero mirad que aspecto
tienen.
Y ahora leed: los anticuchos son brochetas de corazón de
vacuno. No pongáis cara de asco. Están impresionantes.
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