Madrugar en Perú no nos resulta extraño. Primero para
aprovechar mejor el día y los transportes entre ciudades, segundo porque a las
seis de la mañana ya está amaneciendo, y tercero porque todavía no hemos
encontrado un solo hotel con persianas. Hoy es uno de los primeros casos. A las
8.30 horas de la mañana sale nuestro bus a Puno.
Tras desayunar, pedimos un taxi, que llega antes de haber
podido pagar la habitación. Cuando bajamos una pareja suiza está montada en él.
Al final lo compartimos y nos lleva a los cuatro a la terminal terrestre para
coger nuestro bus.
Esta vez viajamos con Tepsa, ya que no encontramos billetes
en Cruz del Sur, y la verdad que ha sido un acierto. El viaje por 50 soles, wifi
y desayuno incluidos.
Tras seis horas relativamente cómodas de viaje, llegamos a
Puno. Tardamos un poco en localizar el hostal, primero porque lo habíamos
ubicado mal en el plano, y segundo porque la llegada a Puno, nos ha dejado a
los dos con bastante mal cuerpo. Debe ser la altura. Por fin lo logramos. Tras
ver tres habitaciones, elegimos y nos instalamos.
Antes de salir del hostal, nuestra anfitriona Jenny, nos da
la bienvenida con un mate de coca (tranquilas madres que es un té) e
innumerables indicaciones de qué hacer en Puno. Una hora después de lo
previsto, salimos hacia la plaza de armas de Puno.
Plaza de Armas |
Puno es conocida como la capital del folclore. No es para
menos, ya que con la colorida vestimenta de sus mujeres, el bullicio de gente
por las calles del centro de la ciudad y con sus muchos mercados de artesanía, casi
todos ellos de cooperativas sociales principalmente de mujeres, hace honor a su
calificativo.
Visitamos la Iglesia (pero les pillamos en misa), la casa
del corregidor (casa colonial rehabilitada y convertida en bar, tiendas de
artesanía y agencia de viajes), el Museo Dreyer (sobre arte preinca) y el Museo
de la Coca (en el que nos hablan más de bailes regionales que de las
propiedades de la hoja de coca).
Como estábamos sin comer, decidimos ir a un restaurante con
espectáculo, y la verdad es que fue todo un acierto porque además de llegar
antes de las hordas de “turistas pijos” cenamos estupendamente. Ahh, y por fin
probamos la alpaca.
Medallones de alpaca |
Trucha rellena de quesos de los Andes |
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