En casi todos los pueblos por los que pasa el autobús de
Puno a Cuzco, hay una cancha de futbol sala y baloncesto, o incluso campos de
futbol 5 con hierba artificial. No entiendo cómo no destacan más en el deporte
de pegar patadas a un balón.
Viajamos con Inka Express. El billete cuesta 35$ e incluye
comida, tés, cafés y refrescos. El bus para en cinco puntos del recorrido:
Pucará “ciudad roja” con visita a su museo, Abra la Raya (parte final del
altiplano y comienzo del valle de Cuzco), el restaurante buffet, el complejo
inca Raqchi y en Andahuaylillas, la denominada Capilla Sixtina de
Latinoamérica. Sin duda la más interesante, por lo menos para nosotros, la
ciudad inca de Raqchi. Aunque la comida en el buffet libre a la vez que otros
cuatro autobuses de turistas ansiosos por probar la gastronomía local, “tampoco
está nada mal”. Con esto volvemos a comprobar que los viajes organizados no son
para nosotros. Aunque en esta ocasión era la única forma de visitar estos
lugares.
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Toros típicos de Pucará, uno con el símbolo de Pachamamá (espiral) y el otro con el de Pachatatá (una "serpentina" con 7 esquinas) |
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Mirador de Abra la Raya |
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"Capilla Sixtina" de Andahuaylillas |
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Raqchi |
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Raqchi |
Por si con tanta paradita, no se nos había hecho largo el
viaje, tras la comida, el trayecto fue amenizado con un par de cortes de
carretera provocados por una huelga del transporte contra la subida de los
carburantes. Treinta minutitos de nada y asunto arreglado, pero resultó
curioso.
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Corte de carretera |
Después de las casi 10 horas de viaje, llegamos a la
terminal de Inka Express. Una vez allí todo parecía fácil: taxi y a la Plaza de Armas. Bien, pues en ese momento, comienza el espectáculo. Nos ofrecen un taxi
por 12 soles para ir, pero lo rechazamos, puesto que el guía nos ha dicho que
entre 6 y 8 soles máximo. Subimos hasta la siguiente intersección para coger un
taxi ya que según el guía se pueden coger con toda confianza y de forma muy
fácil. Bien, después de 20 minutos volvíamos a la terminal de Inka Express para
que nos llamen un taxi ya que hemos sido incapaces de hacerlo. ¡Qué majo el
guía!
En la terminal, el señor de la oficina, después de llamar a
la compañía de taxis y no poder contactar, se ofrece para llevarnos a Plaza de Armas.
Todavía estamos dándole las gracias.
Una vez allí nuestra elección de hostal resulta estar en lo
alto de una calle, así que con las mochilas nos dirigimos a él, huyendo de un
carnaval infantil que nos perseguía. Al llegar no había habitaciones, así que
tuvimos que seguir nuestra búsqueda. Por fin un par de intentos después, nos
alojamos. El hotel es una especie de casona colonial con un gran patio
interior, bastante majo.
Después de alojarnos, vamos a comprar los billetes para
volver de Aguas Calientes después de ver Machu Picchu. Comienzan los nervios,
el día se acerca. ¡Qué ganas!
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