Subimos al tren en Jaipur, sabiendo que era la última etapa de nuestro viaje. Lo cual no significaba que fuese a ser ni mucho menos tranquila.
La cosa no empezó muy bien. Al subir al tren y justo en nuestro compartimento, y en nuestras "camas" (esta vez teníamos literas bajas), había toda una familia made in India, cenando. Obviamente, una cena made in India y al estilo made in India, con lo cual tuvimos que, primero echarlos educádamente de nuestros sitios, y luego limpiar un poquito los restos de grasilla que habían dejado. Después nos toca de compañero un tipo pelín raro con unos temas de conversación pelín raros, así que decidimos irnos a dormir, momento en el que hicieron aparición nuestras siguientes compañeras de viaje: unas pequeñas y juguetonas cucarachas. Nos rociamos de repelente, y nos metemos en los sacos de dormir, con la esperanza de no tener ninguna visita a lo largo de la noche. Tuvimos suerte, ya que los bichitos no nos molestaron. Pero a las dos horas de empezar a dormir, otra educada familia india subió al tren justo en nuestro compartimento, improvisando una bonita tertulia que duró por lo menos media horita.
Por fin a las 3 y media de la mañana llegamos a Delhi. Y, menos mal que la familia que subió a mitad de noche nos ayudó para saber que habíamos llegado. Cogemos un ricksaw para ir a la zona de mochileros y buscar un hotel donde darnos una ducha y descansar un buen rato. Aunque la verdad es que no fue tarea fácil. El conductor no sabía muy bien donde estaba el hotel que le decíamos y después de una cuantas vueltas, encontramos a unos señores que estaban descargando materiales de obra y le indicaron donde dejarnos.
Nos levantamos tarde y a la una y pico, dejamos las mochilas en el hotel. Comemos en un restaurante cercano, y comenzamos nuestro último paseo por Delhi. Esta vez, decidimos conocer el Lotus Temple, una casa de adoración de la fe Bahá'i, en el que tienen cabida todas las religiones. La propuesta parece interesante, y la verdad es que el centro lo tienen bastante bien montado.
A la vuelta, aprovechamos para hacer las últimas compras, y nos dirigimos andando con las mochilas a la parada de metro de la estación de Nueva Delhi (justo al lado del hotel), para coger la línea que nos llevará al aeropuerto. Esta línea estaba en obras cuando vinimos hace dos años, y se nota porque todo está casi, casi, a estrenar. Y es un adelanto enorme, porque en 20 minutos estamos en el aeropuerto.
Facturamos, rellenamos el papelito de inmigración, y entramos a la zona de embarque. Ya no hay vuelta atrás, el viaje llega a su fin.
La cosa no empezó muy bien. Al subir al tren y justo en nuestro compartimento, y en nuestras "camas" (esta vez teníamos literas bajas), había toda una familia made in India, cenando. Obviamente, una cena made in India y al estilo made in India, con lo cual tuvimos que, primero echarlos educádamente de nuestros sitios, y luego limpiar un poquito los restos de grasilla que habían dejado. Después nos toca de compañero un tipo pelín raro con unos temas de conversación pelín raros, así que decidimos irnos a dormir, momento en el que hicieron aparición nuestras siguientes compañeras de viaje: unas pequeñas y juguetonas cucarachas. Nos rociamos de repelente, y nos metemos en los sacos de dormir, con la esperanza de no tener ninguna visita a lo largo de la noche. Tuvimos suerte, ya que los bichitos no nos molestaron. Pero a las dos horas de empezar a dormir, otra educada familia india subió al tren justo en nuestro compartimento, improvisando una bonita tertulia que duró por lo menos media horita.
Por fin a las 3 y media de la mañana llegamos a Delhi. Y, menos mal que la familia que subió a mitad de noche nos ayudó para saber que habíamos llegado. Cogemos un ricksaw para ir a la zona de mochileros y buscar un hotel donde darnos una ducha y descansar un buen rato. Aunque la verdad es que no fue tarea fácil. El conductor no sabía muy bien donde estaba el hotel que le decíamos y después de una cuantas vueltas, encontramos a unos señores que estaban descargando materiales de obra y le indicaron donde dejarnos.
Facturamos, rellenamos el papelito de inmigración, y entramos a la zona de embarque. Ya no hay vuelta atrás, el viaje llega a su fin.